Sunday, November 13, 2005

Sobre el bienestar de la humanidad 
Alfredo Barriga Cifuentes 
MBA IESE 
Profesor y Consultor 

Cambiando el paradigma de la Riqueza de las Naciones

En 1776 Adam Smith publicó “De la Riqueza de las Naciones”. Lo central de su propuesta era que si cada persona se ocupa de su propio bienestar, todos lo alcanzan, gracias a una mano invisible que hace que las cosas concurran para lo mejor de todos, siempre y cuando se les deje hacer. Pienso que la economía ha evolucionado y que está madura para cambiar esta afirmación por esta otra: si cada uno hace lo que es mejor para la sociedad en la que vive, alcanzará lo que es mejor para él. 

Cuando en una sociedad hay más gente que participa del bienestar social, genera mayor riqueza que si solo unos pocos participan de ese bienestar. Esa mayor riqueza a su vez genera mayor bienestar, creando un circulo virtuoso. 

Cuando en una empresa todos trabajan para que le vaya bien a todos los que trabajan en la empresa tanto como a la empresa en sí, se genera un círculo virtuoso, por el cual hay mayor cohesión del equipo humano, mejor eficiencia – se incurre en menores costos de control – mayor productividad y mejores productos y servicios. Eso, porque la forma en que le vaya bien a la empresa a su vez es entregando buenos productos y servicios a los clientes de la empresa. Así, en cada etapa de la cadena de valor, al preocuparse de que le vaya bien a toda la cadena, le va mejor a cada una de sus partes. Es igual que en la familia: cuando en una familia todos trabajan para la familia, cada miembro se ve más favorecido que si cada uno trabaja para sí mismo. 

El egoísmo es pésimo negocio, y la generosidad es muy rentable. Por lo tanto, detrás de esto hay un principio de aplicación universal: que en una Sociedad humana organizada, cuando todos sus miembros buscan activamente lo que es mejor para la Sociedad, reciben lo que es mejor para ellos. Y esto, con menos esfuerzo, con menos conflictos, con menos roces y menores costos (sobre todo el necesario para hacer que personas que conforman una organización trabajen armónicamente) 

Este principio es aplicable esa unidad económica básica que es la empresa, pero también a un sector de la economía (por ejemplo, la llamada “coompetencia” distinta a la competencia) a un país, a una región o al mundo entero. 

Si se consigue incorporar a más gente a mayor bienestar, el crecimiento de todos es mayor que si dicho bienestar llega solo a unos pocos. Este principio en lo que la economía respecta se puede verificar midiendo la correlación entre las variaciones del Producto Geográfico Nacional y el Indice de Gini. Este índice – que se enseña en el primer curso de macroeconomía – mide la dispersión de la riqueza en una sociedad. Si es igual a 0, quiere decir que cada uno y todos los componentes de la sociedad les toca una parte alícuota de la torta. Mientras más cerca esté de uno, mayor cantidad de la torta está en manos de una menor cantidad de personas. Pues bien, nuestra tesis es que en aquellos países donde la evolución del Indice de Gini ha sido más rápida hacia el valor 0, el crecimiento del PGB ha sido más alto, y viceversa. Un corolario de esta hipótesis es por lo tanto que para hacer crecer más las economías y el bienestar de las personas hay que hacer que un mayor porcentaje de la población tenga acceso a ese mayor bienestar. Para que eso sea posible, deben tener mejores ingresos. Y para que eso sea posible, deben tener mejor productividad. 

Hasta ahí, nada distinto de las teorías económicas tradicionales. 

Una nueva concepción del trabajo

El punto está en cómo se mejora la productividad. Hasta ahora, la forma favorita ha sido el desarrollo tecnológico que implica que se pueda hacer más con menos esfuerzo de las personas involucradas. Este enfoque fue el que permitió, por ejemplo, la revolución en la producción de automóviles. La célebre frase de Henry Ford "tengo que hacer que mis empleados ganan mejores sueldos para que puedan comprar mis automóviles" es la clave para entender el paradigma.

El siglo 21 ha dado un salto logarítmico de la mano de las tecnologías de la información, en especial Internet. Se ha creado una economía cuyo tamaño va a superar el PGB de Estados Unidos este año (2022), en la cual se han creado millones de trabajos mejor remunerados que los trabajos tradicionales, y que tendrán una demanda exponencial en los próximos años. Desde esta economía digital han surgido las empresas que hoy más valen en el mercado de capitales, la mayoría de las cuales no existían antes del año 2.000. 

Los mejores sueldos no salen de la nada. No se generan per se. No es que la misma persona que ayer ganaba 1.000 al día siguiente gane 2.000. Para acceder a los 2.000 requiere adquirir habilidades y competencias - duras y blandas - que le permitan ser un aporte a la nueva sociedad del conocimiento. Ese es el mayor desafío de los países - especialmente de los que no están desarrollados - en esta década (2020-2030). 

Pero tampoco las nuevas habilidades y competencias son suficientes para los nuevos tiempos. Los factores clave de la producción de hoy son el talento y la creatividad. El talento crece cuando confluyen dos cosas: las habilidades naturales y desarrolladas, y el ambiente y lugar donde se aplican. La creatividad se genera cuando confluyen dos cosas: los talentos con los gustos. Cuando uno trabaja en aquello que le gusta y para lo que además tiene talento, su productividad creativa se maximiza. 

Por último - y no por ello menos importante - esas mejores condiciones de vida se consiguen cuando se trabaja en equipos multidisciplinarios. Ello rompe con el enfoque tradicional de la especialización por tipo de trabajo o área de la empresa. La creatividad - que es lo que se busca maximizar, porque es lo que produce mayor valor, que es a su vez lo que permite pagar mejor - es mayor cuando hay más puntos de vista. 

En definitiva, cuando se trabaja en un ambiente laboral creativo, donde se puede desarrollar las habilidades y talentos personales, potenciados por los talentos del equipo al que se pertenece, y trabajando en aquello que nos gusta, el resultado es una empresa innovadora que es capaz de dar soluciones disruptivas para las necesidades de las personas, generando un valor que las hace ser las más admiradas y valorizadas del mercado. A esa categoría han llegado empresas como Apple, Google, Amazon, Tesla, Microsoft y Facebook. Ninguna de las empresas más admiradas y más grandes del siglo 20 está en la actual lista de las top 10 más valiosas del mercado. Y eso ha ocurrido en solo 20 años, los 20 años del siglo 21.     

Repartir mejor la torta: ¿por las buenas o por las malas?

Ahora bien, hay dos formas de hacer que el bienestar llegue a más personas: voluntariamente o por la fuerza. La primera forma es que sea la sociedad misma quien lo haga libremente, a través de sus agentes económicos. La segunda es el camino tomado por quienes quieren que sea el Estado el encargado de la redistribución, para generar ese acercamiento hacia un Indice de Gini 0. 

El primer camino es cuestionado por quienes afirman que el ser humano que está detrás de las decisiones es una persona egoísta que busca su propio beneficio y le importa un comino el beneficio de la sociedad. La realidad es, sin embargo, que en la medida en que la Sociedad es más madura, más educada y más cohesionada, es la Sociedad misma, sin interferencia del Estado, quien pone en la agenda corporativa los temas que le interesa, como ha sucedido con la defensa del medio ambiente, la igualdad de género y muchos otros.

Compete al Estado hacer el marco legislativo para esa presión de la Sociedad, y llevar a cabo la fiscalización. Pero con medidas tanto punitivas (por ejemplo, multa por contaminar) como premiando a las empresas que aporten soluciones (por ejemplo, con incentivos fiscales al uso de energías sustentables). La innovación público-privada se encarga de lo demás, como de hecho ha sucedido en materia de contaminación, con el desarrollo de las energías renovables no convencionales: efectivamente, el costo de generar un Kw/hora se ha reducido en más de un 90% en 20 años, y se reducirá en otro tanto en 5 años más.

Las personas son las que importan más en la nueva economía
   
Estamos saliendo de lo que se denominó la Sociedad Industrial para entrar en lo que se está denominando la Sociedad del Conocimiento. El factor “conocimiento” se están al centro de la creación de valor. Pero el factor “conocimiento” no es algo que “está” como los recursos naturales, sino que es algo que se produce por las personas. Esto pone realmente en el centro del nuevo sistema a las personas y su capacidad de crear, que ya no está limitada o condicionada por temas externos a dicha capacidad – como la tenencia de capital – sino por lo bien aprovechada que estén sus habilidades y su conocimiento en pos de un objetivo económico - propio o del lugar donde trabajan.
 
Para visualizar esto mejor, pongamos una analogía: supongamos que todas las personas del mundo trabajaran en aquello que más les gusta y para lo que tienen más condiciones y habilidades. Mi hipótesis es que, ceteris paribus, el Producto Geográfico Bruto del Mundo sería muy superior al actual. Y la diferencia no está en más capital ni más tecnología empleados, ni más de ningún factor distinto del simple hecho de que todos están trabajando donde deben estar, lo que Sir Ken Robinson llama "en su elemento". 

Llegar hasta ahí es el gran reto de la humanidad para conseguir mayor bienestar para todos. El mayor despilfarro de recursos en el mundo es precisamente ese: personas que no trabajan en aquello en lo que más pueden aportar, y que les aportaría a su vez mayor satisfacción.  

Por lo tanto, en la medida en que las empresas consigan un buen entorno de trabajo, conozcan mejor a su gente y las hagan trabajar en aquello en lo que son más talentosos y más les gusta, van a ser más productivas, por lo cual podrán pagarles mejor, y podrán vender sus productos a más personas - al crecer la capacidad de la demanda -  lo cual redundará a su vez en mayores beneficios, lo que les permitirá crear un círculo virtuoso. 

Las empresas que consigan generar este círculo virtuoso serán mejor evaluadas en el mercado, y además serán las más eficientes. Hoy las empresas que más valen en el mercado son las que han adoptado este enfoque, entregando más valor a sus accionistas, mejores sueldos a sus empleados y mejores productos y servicios a sus clientes.  

De esta forma, por agregación de muchas empresas de este tipo, el país entero crea de esta forma más valor, que llega a más personas en forma de mejores empleos, sueldos y productos, y en un proceso  sustentable - porque no se basa en subvencionar a nadie ni en quitarle a unos para darle a otros. Es el mismo sistema el que busca que más gente tenga mayor acceso a mayor bienestar, porque es la forma de que la empresa valga más en el mercado y tenga mayor crecimiento. 

Los costos de una organización para cumplir sus objetivos pueden clasificarse en costos de dos tipos, bajo esta perspectiva: en costos para crear valor y costos para crear cohesión interna en la organización. Por cohesión interna me refiero a los esfuerzos necesarios para que cada miembro de la organización se identifique con los objetivos comunes, los interprete correctamente, y entregue voluntariamente su mejor colaboración al cumplimento de dichos objetivos. La no existencia de esta “cohesión interna organizativa” supone costos de supervisión, costos por errores de cumplimiento de lo que es mejor para la organización, y costos de incumplimiento con lo que se espera sea el aporte de cada uno. El costo de cohesión se consigue reducir sustancialmente con las medidas arriba apuntadas y el uso de las nuevas tecnologías. 

La cohesión interna de una organización es además mayor cuanto mayor sea el liderazgo de quien la dirige, como apunta el Profesor Antonio Pérez-López del IESE. Para ello es necesario desarrollar la habilidad de motivar en el trabajo a la organización. Hay tres formas de motivación: extrínseca, intrínseca y trascendente. 

Un gerente que dirige sobre la base de premios y castigos (motivación extrínseca) puede ser muy eficaz, pero difícilmente será eficiente y la poca cohesión interna de la empresa se podrá verificar por la alta rotación de personal, generando una perdida objetiva de capital intelectual para la empresa.

Una empresa dirigida sobre la base de asignar a cada uno las tareas para las que está más capacitado (motivación intrínseca) será una empresa eficaz y eficiente, y habrá mejor cohesión interna, pero no garantizada, ya que la motivación de las personas es personal, no societaria. 

Una empresa dirigida por un líder que encarna valores, en cambio, consigue lo mejor de cada uno para la organización porque consigue identificar a cada uno con dichos objetivos, y cada uno, voluntaria y espontáneamente entrega lo mejor de sí, que es más que lo que un dirigente cree que puede entregar (motivación trascendente).
 
Por lo tanto, la cohesión está en función del tipo de liderazgo que se ejerza, y mientras más cerca esté de utilizar la motivación trascendente – en términos del Prof. Pérez López – mayor cohesión tendrá la organización, mejor trabajará en pos de los objetivos corporativos y más rentablemente los producirá. 

La importancia de las tecnologías 

Las tecnologías han sido desde siempre una palanca que potencia la actividad del ser humano. A veces la tecnología anula la iniciativa humana, al reemplazar los actos humanos más repetitivos y de menor valor agregado. Sin embargo con las nuevas tecnologías el apalancamiento es positivo: permite al ser humano multiplicar su conocimiento y aplicarlo a la realidad que lo circunda. Más que en administrar procesos, llevando a cabo tareas rutinarias - que serán llevadas a cabo por los sistemas - deberá gestionar procesos de forma multidisciplinaria, haciendo lo que los sistemas no pueden hacer: usar la creatividad.

En la era industrial, la tecnología permitía aumentar el conocimiento del ser humano solo referido al ámbito de su trabajo. Hoy abarca la totalidad de su vida. La tecnología se ha convertido en parte de la experiencia humana, más que una entidad externa. Su incorporación en las actividades de la organización es ya un factor determinante para conseguir poco a poco que todos den lo mejor de sí en el sitio que mejor lo hacen. 

Este discurso no es muy del gusto de quienes ven el mundo desde una sensibilidad estatista, ya que les quita la principal bandera de lucha que está en la esencia de su concepción de lucha por el poder. El Estado, según mi visión, no es el mejor agente para conseguir el mayor bienestar de la gente. La sociedad misma, afirmando las libertades individuales bajo una visión humanista, es capaz de dar solución a los problemas de la Sociedad. El Estado es un actor más, a veces más relevante, a veces menos relevante, pero en ningún caso es “el” factor por donde deben pasar las soluciones a todos los problemas del hombre. El papel del Estado debe ser en este caso reforzar las libertades individuales en vez de coartarlas, y plantear un “rayado de cancha” enfocado a que todos puedan sacar y saquen lo mejor de sí mismos. 

La mejor noticia que trae la Sociedad del Conocimiento es que su éxito está fundado, no en la posesión de tierra, ni en la posesión de capital, sino en el talento. Peter Drucker (La Sociedad Postcapitalista), al hablar del “trabajador del conocimiento” lo identifica como quien genera conocimiento para la empresa pero también para sí mismo. Cuando ese trabajador se va de la empresa, se lleva su conocimiento, se lleva su capital intelectual, y la empresa lo pierde. Eso lo diferencia del trabajador de la Sociedad Industrial, ya que en este caso el conocimiento estaba en la fábrica, no en el trabajador, que era reemplazable. Y esto es la mejor noticia para los trabajadores porque alinea los incentivos para los dueños de las empresas con los incentivos para los trabajadores de las empresas. A mayor talento desarrollado y retenido dentro de la empresa, mayor valor de mercado. A las empresas les interesa el desarrollo íntegro de quienes trabajan en ella. 

La Sociedad Feudal se asentó sobre el desarrollo de la agricultura. Su herramienta relevante fue el arado. El factor de la producción más importante, la Tierra. La Sociedad Capitalista se asentó sobre el desarrollo de la Industria. Su herramienta relevante fue la fábrica (procesos industriales de producción masiva). El factor de producción más importante, el capital. La Sociedad del Conocimiento se está asentando sobre el desarrollo de los servicios. Su herramienta relevante son las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC). El factor de la producción más importante es el talento. 

En la Sociedad Feudal para ser exitoso había que conocer la naturaleza. En la Sociedad Capitalista o Industrial, para ser exitoso había que conocer los procesos. En la Sociedad del Conocimiento, para ser exitoso hay que conocer a las personas, y saber cómo motivarlas en el trabajo. Las empresas son empresas de conocimiento, y el conocimiento lo hacen las personas: no lo hace la naturaleza, no lo hace la maquinaria, no lo hace el dinero. 

El rol central de la Educación

Así pues, al ser la persona lo más relevante para el desarrollo de las empresas, los gobiernos y los pueblos, y ser el desarrollo de la persona el aspecto más relevante para dicho desarrollo, se entiende la importancia cardinal que tiene la formación de la persona. El bienestar de la humanidad, y de cada persona en particular, está íntimamente ligada a que esa persona en particular pueda desarrollar lo que podemos llamar su “capital humano”, es decir, todo lo que puede crear y aportar a la Sociedad mediante el desarrollo de todas sus potencialidades físicas, intelectuales, psicológicas y espirituales. Al colegio, por eso mismo, no se debe ir “a aprender”, sino “a ser”, de lo cual el aprender es solo un aspecto. 

El bienestar de la humanidad dependerá por lo tanto de lo bien que la Sociedad sea capaz de entregar a sus integrantes los elementos que les permitan desarrollar sus potencialidades de creación y conocimiento. 

En el caso concreto de América Latina, me pregunto sinceramente ¿estamos preparados para esta nueva visión? Durante toda nuestra existencia republicana hemos vivido y nos hemos desarrollado como una sociedad basada en recursos naturales. Hoy sin embargo más del 70% de nuestra creación de riqueza está basada en servicios. Sin embargo, seguimos teniendo un Estado, un marco legal y un sistema educativo concebidos en el Siglo XIX y primera mitad del XX para la realidad de ese momento. Es la Sociedad en su conjunto quien tiene que incorporar una visión nueva. No inducida por el Estado – eso ha demostrado no funcionar – sino por la fuerza de los argumentos. El Estado puede ser responsable de poner el marco facilitador para que se de una evolución de la visión, puede ser responsable del “kick off” de esta nueva visión, introduciéndola fuertemente hacia su interior y permeando así a los demás, pero no lo va a lograr nunca por “decreto ley”. 

Hoy las naciones que despierten antes tendrán una oportunidad histórica de ponerse a la cabeza del desarrollo y del bienestar para sus habitantes. Ya no es un problema de dinero. No es un problema de tamaño. No es un problema de distancia. Es solo un problema de mentalidad: darse cuenta de lo que se puede hacer y hacerlo. ¿Será capaz América Latina de hacer ese ejercicio, o estamos condenados a ser países tercermundistas, proveedores de materias primas? Hasta este momento, se está quedando definitivamente fuera de este mundo de oportunidades, buscando resolver sus problemas a través de la política, siendo que la solución - como decía el presidente Bill Clinton - está en otra parte: "it's the economy, stupid"

Escrito en Santiago, diciembre de 2004. Actualizado en enero de 2022.